La poesía a veces siento que la odio. Cuando en sus páginas encuentro un poema y alguno de sus versos me sorprende; no soy capaz de seguir leyendo los otros, nunca termino un libro completo. En los versos que me detengo los quiero digerir despacio, como cuando come la gente culta y mastican su alimento muchas veces; dicen, que eso es salud y estética del cuerpo. Esos versos que así me llenan no me dejan probar los otros y mi ansiedad tan glotona se los quiere tragar, ¡saber a que saben! pero el contenerme, hace que a la poesía la odie.
Detesto aún más a mi poesía, cuando a la medianoche me despierta un prólogo con una línea llena de puntos suspensivos, una idea que vuela con alas gigantes de papel, un intento de frase disfrazada de versos o un incomodo resorte automático que levanta medio cuerpo de mi colchón de plumas y laurel Y, como no repudiarla, si mi sueño placentero de la noche empieza su pesadilla cuando el tirano dueño de la casa de la poesía y esposo de la Musa de mi inspiración acaba despertándome a patadas y, con su voz de gritos de trueno me ordena levantar mi pereza intelectual; me obliga a que lea, a que escriba; me jala de las orejas cuál severo maestro al niño malcriado obligándome a su vez -con sus manos gruesas de tinta en mis hombros-, a sentarme en la silla de mi escritorio donde ya, como por arte del sonambulismo hay un humeante café y un encendido cigarrillo y sus humos de espera se entrelazan, formando en el aire blanquiázul figurillas de eslabones de cadenas, cuerpos desnudos que danzan, bocas de risas de duendes burlones y ojos sin alma de perdidos fantasmas.
¡ Ahí están regados por todas partes los libros !: " El manifiesto Nadaísta " de Gonzalo Arango fundador del Nadaísmo, el que aún después de muerto -cada vez que lo leo- siento que escribe mejor. ¡Benedetti, Lorca, Neruda, Borges!, siempre en orden, no les cae el polvo, se las ingenian para mantener limpios sus tejuelos y solapas. Los moaxajas, adornados con un cinturón de doble vuelta gritando versos en el desierto del poeta desconocido. Porfirio Barba Jacob y sus días frágiles. Jorge Manrique enamorando al viento. José Asunción Silva con un corazón dibujado en el pecho al que le dio un tiro. Bécker, haciendo de un perfume un jardín. Rimbaud, Verlaine, Baudelaire, Mallarmé, Sade, queriendo caer de las estanterías, siempre al borde, como si los lomos de otros libros los rechazaran... ¡siguen siendo malditos! yo los llamo los señalados...
Abro el que está mas cerca : " ESPANTAPÁJAROS " de Oliverio Girondo, el adelantado, el que siempre me inquieta y a mi curiosidad pregunta: ¿ Como hizo para escribir éstos versos sino eran de su época ?¿Será que viajo a través del tiempo ?
"No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto ¡QUE NO SEPAN VOLAR!. Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme!. "
Y vuelve mi problema con la poesía apoderarse de mi, no soy capaz de leer mas de una página; éstos versos me llenan de imágenes la fantasía y como agua fuerte me refrescan al casi amanecer del día. Quiero pensarlos, entenderlos, desentrañar el secreto de su dueño y, en un descuido del duermevela de mi tirano, me le escabullo con pies alados por los recovecos de la mente y los senderos del placer. La pasión y el pecado me llevan a su casa de la poesía donde está semidormida la Musa de mi inspiración y esposa del tirano. Al sentirme cerca, cierra sus ojos entrecerrados; sé que ella quiere que la bese porque sabe que yo besos no pido, eso sólo lo hace el mal besador. Saco mis besos de catálogo: el primero son los besos brujos, los que se sienten sin tocar los labios; después, los besos suaves y silenciosos cerca a la comisura de su boca; los mordelones, haciéndole su labio inferior leporino; un beso Francés donde las lenguas se enredan como garfios mansos...
-¡Ay Poeta! que estamos haciendo...- Me dice un sensual gemido y saca mis palabras escondidas, aquellas que no quise plasmar en el papel y con ellas le ahuyento sus miedos sin que se apague su pasión... un beso rojo punzó abre sus ojos y el deseo araña la espalda de la dicha dejando sus huellas en líneas de aliento... las puertas del paraíso nuevamente se abren como por arte de magia ...
- ¡ Te ordeno que escribas, no huyas ! ¡ Que escribas versos te digo que son tus latigazos que expían tus culpas, tus pecados ! ¡ te lo ordeno, te lo exijo carajo !-
Yo se esconderme muy bien debajo de sus líneas y renglones. A hurtadillas, cuando está cerca, le derrumbo sus licencias métricas, sus estrofas las desbarato; ahogo las eufonías, estrangulo la prosodia. Lo miro desde lo alto de sus poemas largos y le quiebro a pedradas los cristales empañados de sus versos alejandrinos. Los herméticos octosílabos los hecho al fuego, haciendo un aquelarre en redondel de risas chillonas. Sus rimas, acentos tónicos, hemistiquios, ritmo, tiempos y sonetos a mi también se me importa un pito, solo respeto lo cursi, ¡ es del pueblo ! me reservo ese derecho.
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