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Estas ganas de matarme ( II ).


Ese sermón de voz escatológica eliminaba toda razón que quisiera alimentar esperanzas de vida. Cuando las palabras salían de su boca eran tamizadas por el eco, desechando todo color que no tuviera sombra. Tánatos, muy atento a su conversación se las vestía a lo moderno en gótico y de negro; el hijo de la noche era otro testigo mudo de su decisión, le daría el óbolo y sería su compañía hasta la barca de Caronte.

Esto fue lo que a ella mas la angustió de él, notó en su voz un tono diferente, un matiz extraño de ultratumba, como si el que hablara fuera un fantasma o una visión en cámara lenta, parecía que alguien del mas allá le dictaba las palabras, pero se resistió a decirle nada, le echó candado a su boca y la selló con sus dedos en cruz como si estuviera haciendo un juramento de sangre.

No le quiso debatir sus argumentos, era su amiga y lo seguiría siendo `ad vitam aetérnam ´, así el por su efervescencia creyera lo contrario. Lo mejor era seguir escuchando a que se desahogara sin importar las puyas o diatribas mal intencionadas, de alguna manera era mejor que el escupiera ese gargajo espurio que lo atormentaba, al fin y al cabo bien lo estaba haciendo; parecía un prócer de esos mártires antiguos de la Independencia, hablaba mas claro de lo que canta un gallo, y sin tener la oratoria de Gaitán enaltecía la epidermis igual; al tocarla, se sentía la piel de gallina como cuando uno se asusta o una fruición le es concedida.

-Estas malditas ganas de matarme son mas fuertes que yo, me seducen como fatal tentación, es desear, querer comer un manjar y ese manjar esta hecho con mi vida, ¿ me entiendes, me comprendes ?-

Ella asentaba la cabeza como queriendo decir sí y era no lo que en realidad quería contestar. Seguía en silencio, solo le hablaba con uno que otro gesto, un ademán de las manos o ese lenguaje corporal, el mas claro y raro de los idiomas y...¡ escuchaba, escuchaba, escuchaba, aarrrrggggghhhhhhhh !

Los hombres de verdad no conocen las lágrimas de las mujeres. Esa clase de hombres no cree que las mujeres sepan llorar, no está en su naturaleza hacerlas sufrir; -así le dice él- cada vez que la ve triste y hoy, se le iban olvidando esas palabras porque ella casi estaba que le daba rienda suelta al lagrimal.

Hasta aquí llega este relato, es una historia inconclusa , sabrá Dios porque...

Comentarios

  1. Muchas gracias por las hermosas palabras que has dejado en mi blog, pero vayamos a lo que importa aquí...
    Veo que usas muchos cultismos en tus textos, mitología, expresiones latinas y construcciones de otras épocas; sin embargo, con agregados muy actuales. Me gustó esa combinación, leerte fue como volver a los clásicos, pero clásicos que se hubieran levantado de sus lechos eternos para colocar una que otra palabra up to date a sus obras para seguir vigentes.
    Te dejo un gran abrazo, al tenerte como contacto, voy a saber cuando subas algo nuevo.
    Un feliz fin de semana.
    Humberto.

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  2. Qué arrebato de literatura! Un texto lleno de oscuridad, negro como la noche cerrada. Nos dejas un ejemplo de cómo se debe, o puede, escribir. Y dentro de todo, a mí me parece que escribes con una gran frescura. Eso me gusta de ti.

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  3. ¡Excelente! no se pueden decir muchas cosas más a tremenda entrada ¡Excelente!...
    Me acabo de hacer tu seguidora.
    Te invito a conocer mis blogs. Será un placer verte por alli.
    Un abrazo desde Buenos Aires

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  4. Tuve que pasar por el texto con una vela, mas oscuro imosible.

    Abrazos Passofinno.

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