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Revelaciones de un alter ego detestable (III)

(Dibujo: Passofinno)

(Sin sabor es lo que alimenta la soledad)

ANA
Anarquista, anacrónico, anacoreta, anaconda, analfabeta, anal... Todo lo que contenga: Ana, me interesa.

¡Ana!... ¡Ana! Con solo pronunciar el nombre se me hace chocolate en la boca, igual cuando beso cada poro de su tez negra como el azabache. Esa piel que parece derretirse cuando la pasión nos coge por su cuenta en un sesenta y nueve de anagrama... ¡Ana!... ¡Ana!

Ella odia cuando la llamo: Ana. Me recuerda hasta el cansancio que su nombres es Anastasia, como la Gran Duquesa Rusa de la que dice es descendiente directa. Sí, de verdad. Su abuela le dejó la historia real escrita -como herencia- con fechas y fotos en hojas incrustadas de un portulano. Yo pienso que es más bien de linaje Bantú o tal vez Masai, porque el porte de reina es innegable.
Dice que cuando no ironice más (toda vez que cuenta su historia) me mostrará las evidencias. Yo le he dicho que le creo, que no me burlo, que me río es por los nervios. Ella pone su mano abierta entre mi ombligo y la ingle -porque ahí tienen embutida los hombres la mentira y la verdad- y según los pálpitos sabe si aún miento al decir que le creo.

Mi adorada Ana no tiene a nadie. Nadie le importa. Desde muy joven está sola. Lo que si tiene es un montón de cachivaches que conserva como si fueran su religión: Dos huevos de cristal tallados Fabergé en fondo negro medianoche con las figuras de una lamia furiosa y un endriago tan brillantes como su fuego, deben valer una fortuna. Un camafeo en ágata con imágenes en relieve de una familia sangre azul elaborado en Torre del Greco. Un álbum antiguo con fotos sepias en piel repujada. Una caja musical llena de cartas cetrinas escritas a puño y letra con tinta verde y que al abrir hace sonar el Danubio azul de Johann Strauss. Dos frascos repletos con piezas de ámbar en todos los colores: amarillos, rojo cherry, verde pavo real, negros, azules profundo de no me olvides; parecen flotar en un mar transparente.

Otras cosas más tiene que ya son de su intimidad, como bolas chinas para fortalecer la musculatura pélvica, vibradores en varios tonos y medidas que alejan la anorgasmia, una silla erótica que pone a trabajar la cabeza con la imaginación dando rienda suelta a las fantasías y al disfrute sin límites; fundas para el pene, conos, anillos, lubricantes, tangas brasileras y esos otros juguetes que todos sabemos pero los locos nos hacemos cuando los vemos ¿Me entienden?

Ana -¡Anastasia!- Sabe lo que tiene y lo calla porque como llegó no recuerda nada.
Lo único que recuerda de su niñez es a su abuela contándole historias de princesas tristes y que cuando le veía caer una lagrima en su mejilla cambiaba los finales para espantar las pesadillas de sus sueños.

En su apartamento hay un ventanal que da al balcón; de ahí veo el mirador de Tabata que es perpendicular al balcón de Ana. Una especie de arquitectura reciproca negativa que impide ver desde la pendiente del mirador de Tabata, el balcón de Ana. Por lo tanto, si yo estoy viendo a Tabata, ella no puede verme; eso son cosas de aristas, vértices, líneas y planos que en otra ocasión con la ayuda de Leito Davinchi (El de la mona simple), podré explicarles.

Tabata sale al mirador, tiene flojos los botones en su camisa de cuadros a la que amarra un nudo con las puntas en la cintura dejando ver su ombligo. Tiene puestos los short que mejor le dibujan la talla en V de su pelvis y lo redondo de sus nalgas.
Cuando veo a Tabata, es igual cuando veo a Ana. Pueden estar muy lejos o muy cerca y la miopía o el astigmatismo chicanea sin gafas.
Tabata me mira y no me ve. Yo veo que sus manos extienden una sabana, la sacude en el aire y le caen dos plumas grandes... ¿De quien serán si a Tabata no le gustan los animales? (Me hierve la sangre... burbujea)

¿Que miras? Nada Yo se qué ¿Que será? Esperas ver pasar a la de los tintos ¿La de qué? No te hagas el bobo, estas pilla'o. (Silencio, largo silencio; pienso, pienso, debo contestar rápido, ¡rápido!)... No supe que decir, la mejor táctica es hacer rostro de enojado. (Hago cara de molesto)

A estas horas siempre la veo pasar, debí ser demasiado evidente para que Ana se hubiera dado cuenta, pero estoy viendo es a Tabata que se burla en silencio como los que cometen venganza.
Ana, de Tabata no se ha dado cuenta.

¡La de los tintos callejeros! ¡Claro, eso es! e ahí la estrategia...

Cuando llega a la mitad de la calle (La de los tintos), la palmera que hay en el jardín del frente se mueve   queriendo bailar, no necesita vientos que la alienten, ella solita la saluda como homenaje a su belleza. Se inclina, levanta unas hojas baja las otras ¡Námaste!, cambia el ritmo, silba. Si pudiera hablar le echaría un piropo ¡Que palma tan coqueta! debe ser macho.

La homenajeada sigue derecho con su carrito de manillar donde lleva varios termos y una pequeña greca. Alza su mirada indiferente, hasta mal rostro me hace, humilla conmigo la necesidad. Camina como las modelos de pasarela en una sola línea los dos pies, adelante atrás, adelante atrás con un vaivén que me dice ven y no te acerques ven y ven aquí estoy me voy y vuelvo a un lado a tu lado.
Ella sabe que la espero (Hoy se me iba olvidando. Culpa de Tabata), me gusta la deseo, así no se lo haya dicho. Conmigo tiene los días contados, muy pronto sabrá de las tres técnicas del Tantra, de las claves súper orgásmicas, de como llegar a la gloria bajar al averno y volver al Edén como la Hurí de los ojos negros... Siete, seis, cinco, cuatro, tres... (Cuenta regresiva)

Sigo con un ojo viendo a Tabata, acaba de entrar a su alcoba moviendo sus caderas como si me llamara a la guerra. Con el otro ojo estoy viendo a la bella de los tintos callejeros...
Estoy convencido que necesito un tercer ojo para no descuidar a Ana. En estos días llamaré a Lobsang Rampa y concretaré el negocio.

Ana también se fue a la alcoba, se sienta en la cama. Yo sigo detrás de su aroma que queda atrapado entre las paredes perfumando toda la habitación. Un olor a naranjos en flor, mirto áloe sándalo, agua de rosas jazmín de la noche ciervo almizclero, arrebata el ardor de su dios Woka que esta prendido en un pie amigo de madera... Me da un beso, yo le doy dos uno más, siempre me gusta llevar la ventaja. Con los besos se debe ser muy generoso ¡Mmuuuás!

Un maullido un ronroneo sale dulcemente de su voz de gata: Miaú. Escasamente lo perciben mis sentidos miaú. Es la forma de pedirme que le quite sus tacones. Primero el derecho (Debo hacer una postración  noble, de sumisión con elegancia y clase) para la buena suerte. El izquierdo después, al que le doy un beso para que con el pie desnudo toque las partes nobles que me harán su esclavo.
Se adentra en la cama como si se la estuviera tragando su alma, apoya sus manos en la almohada, inclina hacía atrás la cabeza, estira sus pies como templando la carne al sol negro, parece lanzar con su cuerpo una flecha que le ha robado a Cupido... Yo me pierdo de la humanidad, me vuelvo dios y diablo, Dr. Jekyll Mr. Hyde, todo un Abraxas.

Su amor cortés será nuevamente mío este día esta noche al amanecer... ¡Míau!

Coda: Ana, -¡Anastasia!- Tabata, La de los tintos callejeros; tres personas distintas un solo deseo... Humm...  pongámonos serios.


Comentarios

  1. Que relato tan atraparte, cuanto ingenio!
    Y Ana que te tiene medio loquito... ella tiene su encanto.
    Un placer leerte, te dejo un fuerte abrazo, buen fin de semana!

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  2. Un buen relato mi estimado Geme, no entras que pero cuando lo haces traes textos interesantes.

    Casi pienso que son tres mujeres en una. ¿O no?

    Me lo leí todo y es extenso, eso quiere decir que interesa.

    Saludos cariñosos.

    ResponderBorrar
  3. SENCILLAMENTE GENIAL. CADA VEZ MEJOR. ENTRETIENE Y SORPRENDE.

    ME GUSTA....ME GUSTA....ME GUSTA MUCHO.
    HERMOSOS......

    ResponderBorrar

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