(Dibujo: Passinno)
Todas las cuerdas se las reventé a la guitarra, nunca pude con ella, ya no suena. Creo que se quedará condenada a un rincón, igual a donde tengo condenada mi alma.
No la hice mil pedazos por consideración con la madera, al fin y al cabo es de donde sale este papel en el que escribo esta decepción musical.
No la hice mil pedazos por consideración con la madera, al fin y al cabo es de donde sale este papel en el que escribo esta decepción musical.
De verdad, que el mayor respeto, es un árbol el que me lo inspira; es el único que sin moverse de un lugar a otro, todo lo puede, todo lo da: Resistencia, valor, estoicismo, integridad, fuerza, alimento, abrigo, energía, sombra...
Hay en cada hoja, en cada rama, en el tallo, en la raíz, en la savia todo un conocimiento universal, lleva escrita la memoria genética de la naturaleza de principio a fin; por eso, el papel es su esencia, la reencarnación.
Hay en cada hoja, en cada rama, en el tallo, en la raíz, en la savia todo un conocimiento universal, lleva escrita la memoria genética de la naturaleza de principio a fin; por eso, el papel es su esencia, la reencarnación.
Mas, mi deseo era solo escribir sobre mi guitarra, sobre los acordes que se me enredaban en cada nota, sobre esa forma de rasgar como si estuviera chispeando mi machete en la calle antes de una pelea... pero es que ese olor de la madera, el de un árbol, el de una hoja de papel, el de los libros cerrados o abiertos, ese perfume silvestre, ese aroma de bosque ¡ay Dios! son como música a mi olfato. Será por ello que nunca aprendí a tocar esa bendita guitarra.
Me distraigo con facilidad.
Si canto con mi voz de tarro, las letras suenan como un poema borracho, las palabras me llevan a querer escribir una canción, y esa canción un poema, y ese poema un cuento y ese cuento una novela y... se me olvida que estoy tocando una guitarra, así como en este momento se me olvida lo que deseaba escribir... otro día será, porque hoy nada suena.
Me distraigo con facilidad.
Si canto con mi voz de tarro, las letras suenan como un poema borracho, las palabras me llevan a querer escribir una canción, y esa canción un poema, y ese poema un cuento y ese cuento una novela y... se me olvida que estoy tocando una guitarra, así como en este momento se me olvida lo que deseaba escribir... otro día será, porque hoy nada suena.
Pobrecita esa guitarra, triste y muriendo de pena, olvidada en un rincón... ya no suena, ya no suena.
ResponderBorrarUn abrazo.