Con solo verte, mis ojos reconocieron tu imagen en mis sueños. La memoria descubrió que eres tú la que se adueñó de todos ellos. Ahora, con la realidad frente a mí, entendí que tú existes de verdad, que eres de piel perfumada, de temblor y fuego, de seguridad en la mirada, de voz de cielo.
Nunca me pediste permiso para entrar, jamás tocaste las puertas, siempre cruzaste por ellas aun sin que se abrieran, y desde el primer momento que tus pasos dibujaron sus huellas en mis nubes lo hicieron con propiedad. Tú no necesitabas que yo lo permitiera, tú sabías que tenías todas mis licencias aun sin conocerte...
No me molesta que llegues cada noche y habites en mi mente, que reblujes en las celdas de mis ensueños ni en mis rincones de la fantasía. Sabes muy bien que yo soy lo que tu quieras que yo sea: esclavo y amo si lo deseas, fuerte o débil para tus caprichos, rebelde o manso según tus ideas.
Puedes, como siempre lo haces, mirarme con esos ojos tuyos donde yo habito desde hace años sin saber que eras tú la que ahora veo, la que siento respirar, la que quiere regalarme su aliento y algo más...
Necesitaba este momento que me regala el destino, que me trae a ti sin que me llames, sin buscarme más allá de mis sueños, para decirte que entra a mi realidad, dispara directo al corazón... y no falles.
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