(Dibujo: Passofinno) Era tanto el deseo de verte que no esperé a que hicieran sonar la campana. Yo mismo me escabullí sin que el profesor, ni alguno de los alumnos del salón de clases se percataran de mi salida. Corrí ansioso al lugar del toque, y sin pensarlo dos veces jale el cordón con tanta fuerza que se desprendió el badajo de la campana, cayendo tan estrepitosamente desde el segundo piso que por poco no le reventó en la cabeza al rector. Igual, tan veloz como llegué, huí de ahí; por fortuna nadie se dió cuenta que fue mi amor por ti el que produjo tanto escándalo, y ese solo fue el primero de los muchos que habrían de llegar... Desde ese día nadie la volvió a tocar, el tilín - tilán que anunciaba la hora del recreo o de la salida, no volvió a sonar. Creo que fue cosa de las directivas del colegio, el que resolvieron que sería un peligro volver a instalar el badajo y se pudiera presentar otro accidente donde no se tuviera la misma suerte y pudiese salir alguien herido
La idea es no callar, sólo se le permite al silencio hacer presencia cuando piensa.