(Foto: Passofinno) Con pasos de ladrón Ella se acercó, con suaves pasos de ladrón pero sin la mala intención que siempre llevan ellos. Yo no me percaté hasta después de escuchar una tímida tosecita, como si algún intento de palabra hubiera querido salir de una boca y su lengua lo impidiera. Estaba sentada a la izquierda en la misma banca donde hace más de un año estuve viviendo la realidad de una fantasía. La mire y me sonrío, yo le devolví casi sin ganas una sonrisa de cortesía. Al principio, cuando la sentí cerca, me emocioné pensando que la de mis sueños había vuelto al sitio donde fuimos felices por un instante, en un reflejo hasta se me pareció a ella y el corazón latió sobresaltado, como cuando una epifanía nos despierta de un letargo espiritual… Por eso mi sonrisa -con la que me regalaba cordialmente la suya- no fue tan emotiva al comprender, que no era ella, la que una noche en ese parque, estaba ahí sentada conmigo. Quise hablarle a la desconocida sonriente, estaba
La idea es no callar, sólo se le permite al silencio hacer presencia cuando piensa.