Ella me dijo que él le contó, que él a ella jamás le pudo creer. Siempre sospechó que la verdad era muy complicada porque todo estaba en su contra. Las circunstancias indicaban que mentía, pero la realidad era que nada se le podía comprobar con toda veracidad. Las suspicaces pruebas no pasaban de los indicios, y cada intento por culpar el dudoso proceder de sus actos siempre llevaban la duda por delante, ya que con los propios ojos él nunca vio algo más allá de lo sospechoso. Todo lo que se podía relacionar como un acto de infidelidad estaba cojo, siempre tenía una puerta o una ventana abierta por donde se salía esa culpabilidad. Era inocente, porque nada de lo que se le acusara se le podía comprobar, o era culpable por sus movimientos -quizás inocentes, ingenuos o involuntarios- hacia lo que él le señalaba. Para que nos vamos entendiendo, quiero manifestarles que en este relato somos cinco las personas que nos hemos involucrado: “Ella, la que me dijo que él le contó” (van tr
La idea es no callar, sólo se le permite al silencio hacer presencia cuando piensa.