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El sábado en la noche

(Dibujo: Passofinno)

Siempre son la mismas palabras, todas hablan del sol de la luna, de los vientos, del mar o las estrellas. Todas están curtidas por el tiempo, la pátina se ha cansado de pintarlas, parecen desgarbadas, su sonido ya no es igual es atonal, de ecos vacíos, porosos con zumbidos que al leer resecan la boca y rajan los labios. Palabras gastadas que se acomodan como los zapatos viejos que ya no tienen suelas y se les entran las aguas y las piedras, toda la arena al caminar porque están rotas, como están rotos los sentimientos, los corazones que laten de ira, sin más emociones que su odio y su envidia.

Hay que empezar a hablar con la lengua afuera como lo hacen los perros cuando tienen sed, cuando dicen que están cansados, que no los jodan más. Hay que empezar a hablar como lo hacen los gatos, con maullidos, y ronroneos cuando están enamorados, todo lo quieren ya y se les da. Hay que empezar a hablar como lo hacen los ruiseñores que cuando trinan sus cantos en la mañana se despiertan las flores con sus mejores perfumes y más bellos colores. Hay que empezar a hablar como el silencio, esa voz de Dios que todo lo puede, que a nada renuncia, que es una orden, un poema, una oración...

¿Qué día es ese día, donde tú vida mía, te escondes sin que te encuentre? Dime que es en la noche adónde siempre llegas cuando grito tu nombre sin la lengua afuera porque no soy un perro, pero si tu guardián, dímelo sin vacilar que tengo que rendir cuentas, antes de que me las cobren esos gatos que ronronean por tu lugar... Ven ya, vamos no huyas más que tengo listo ese sitio del recreo que nos construyó el poeta para pecar los dos.

El sábado en la noche es el momento en el que todo puede ser, en el que todo ocurre, donde las palabras bailan en un nuevo aquelarre renaciendo de su vejez, y las brujas (Hoy sábado día de La Virgen, toc, toc, toc) en sus escobas nuevas, barren las nubes negras que atrapan los vientos sucios volando por los aires... El sábado en la noche se estrenan los pasos, que al caminar no se mojan ni le tallan las piedras, ni le incomodan las arenas porque los calzan unos claqué listos para rumbear... El sábado en la noche te espero o me esperas, pero no te vayas que yo no me voy, te juro que he remendado mis sentimientos y el corazón está en calma sin sed de venganza, en paz, alegría, y amén.

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