El amor, la amistad son solo una ilusión, un instante fugaz que se engaña a si mismo. Es un paisaje que se observa, se vive, se contempla y después desaparece para habitar en el recuerdo.
El amor y la amistad son tan peligrosos como el éxito y el fracaso, no son estables, cambian de cuerpos según la conveniencia, son más variables que la fidelidad, su debilidad es igual a su fortaleza, caminan en la cuerda floja, sus equilibrios dependen de un soplo...
Los códigos del amor están encriptados en la amistad, por eso algunos al influjo de una serendipia cuando los descifran, se enamoran. No lo pueden evitar, a los señalados los afecta, son las reglas de la casualidad que es inherente al milagro. Cuando esos códigos son forzados por algún interesado y logra dar con su resultado, lastimosamente, so pena del dolor, solo es uno de dos el que se enamora rompiendo el lazo de amistad; de inmediato, un amor acéfalo nace en un corazón no correspondido y la ilusión sin pensarlo toma posesión en un rincón donde de antemano ha construido su nido.
¡Qué desgraciados, el uno, los dos, el amor, la amistad, la ilusión, el adolorido corazón, el nido destruido, todos quedan marcados y condenados al olvido!
Nuevamente lo repito, el amor y la amistad como en el juego del calamar caminan siempre por una línea tan delgada que fácilmente la realidad cae en la ilusión o viceversa, y muy pocas veces los dos caen a uno solo de los lados que la línea divide. Y, digo caer porque es un golpe de pecho el que lo avisa por un corazón enamorado pronto a sonreír o a llorar desilusionado...
El amor y la amistad son una ilusión totalmente ajena a la realidad aunque vivan en ella, son muchos los que tratan de encontrar la respuesta de esa dualidad, pero por más que busquen jamás encontraran la correcta, incluso estas frases con las que intento explicar esta zafada reflexión sobre la ilusión del amor y de la amistad se desvían por atajos inciertos, se devuelven desconcertadas al principio del camino; vuelven y se aventuran jalando un hilo por el laberinto de la imaginación que como un Minotauro esta presto al final para devorarlas a todas con sus comas, tildes, y puntos suspensivos...
Qué cansadas están las palabras, me antoja abordar y estudiar a los que tanto las han usado hasta gastarlas, pero creo pecar al quererlas reciclar para crear otras nuevas. Tanta tinta se ha derramado con ellas, tanta alegría y tanto llanto han causado, tanta sangre y lágrimas han vertido en esas páginas que las abrigan, en esos renglones donde a veces se le ocultan al tonto y prepotente dueño de la pereza intelectual. El tiempo, nuevamente como si tuviera un revólver en mi cabeza me ha confirmado, como lo hizo con el antiguo sabio pero con cicuta, lo que inutilmente pretendí tantas veces disimular, y es que mi saber es tanto que se reduce a nada, y que entre más leo más me averguenzo de lo ignorante que soy; definitivamente el hombre no es nadie donde Nadie es hombre, todo es una ilusión, el sueño de un Dios.
Dejemos que la ilusión haga su juego, que nos abra la puerta de los sabios o le eche el cerrojo para no dejarnos entrar, pero temo que la curiosidad siempre encuentra una ventana abierta, un balcón que escalar y se arriesgue como siempre entre la vida y la muerte a perder o ganar.
Sigamos buscando esas respuestas, saltemos los lugares comunes, que no nos asuste el salto de mata, y menos aún aquellos fantasmas que intentan lanzarnos cuando estamos al borde de los precipicios. Yo como muchos soy un cobarde, pero debajo de la cama o solo en mi alcoba con una idea y una pluma soy el más valiente, y de eso puedo dar fe de que es un buen ejercicio de entrenamiento para que cuando la guerra llegue sea como un descanso.
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