Aquél brusco freno del camión, me hizo volver en sí del alegre letargo. Habíamos llegado al comienzo de nuestro principio. Bajar fue lo primero, luego formarnos, después oír a mi teniente -con su voz de mando- darnos a cada uno su parte de la misión: -¡Destino a cumplir soldados!: por ese atajo que ven al frente, iremos a buscar un hato de bandoleros que huyen después de cometer otro de sus tantos crímenes. ¡ Óiganlo bien! hay que hacerlos prisioneros, si no se puede, no se preocupen, porque entonces ya ellos nos habrán hecho pedazos y no estaremos vivos para comprobarlo. ¡Por lo tanto mis soldados! estaremos exonerados de toda culpa ante un concejo de guerra, porque por error y por descuido... ¡Por pendejos! habremos perdido el juego sin imponer nuestras reglas y pagaremos con la vida la triste derrota... ¡Por pelotas! así que escojan: ¡mueren por tontos o viven por vivos!- Elocuente arenga de mi teniente, que en un chasquido, sin tapujos ni rodeos directo al grano, nos destap
La idea es no callar, sólo se le permite al silencio hacer presencia cuando piensa.