(Foto: Passofinno) Los puntos suspensivos son los que más me persiguen, se acomodan donde quieren, descansan sin necesidad, pero son frágiles como las palabras que les acechan. Invento frases donde el lastre se oculta sin permiso, lo hace por ignorancia. Las disculpo porque no hay mala fe, ni mala voluntad en ellas. La ignorancia gramatical es manifiesta y atrevida, debo enseñarle a ser simpática. No corrijo al instante lo escrito, es un problema que admito, es una vergüenza que no se aleja. La pereza intelectual es la dueña. Me trago tildes, otras tantas las lanzo como dardos para ver en que letras caen. Forman pasados de los presentes, y a mis futuros los desaparecen... que importa, al fin y al cabo el futuro nunca llega, y los pasados siguen en el presente.
La idea es no callar, sólo se le permite al silencio hacer presencia cuando piensa.