(Dibujo: Passofinno)
Igual, como en mis sueños, siempre pierdo el camino. No hay códigos que valgan, casi todos se caen de los bolsillos, excepto algunos que guardo sin descifrar, por ellos me han cerrado las puertas.
En un arrebato, excedí las palabras, dije lo que no debía decir y te hice huir. Quizás, fue la felicidad o la emoción ligera que brotó en mí un torrente de crepúsculos y alboradas, de faunos y hadas, de aquelarres -bailando con almirajes- alrededor de la hoguera de las brujas malvadas...
Otro arrebato, que descifraba tus códigos, perdió la clave al entrar en la cerradura de tu puerta. Quiero creer que así pasó, que no pusiste la tranca. Quiero pensar que fue un descuido, como a veces los cometo yo, cuando sin darme cuenta pongo el seguro sabiendo que vendrás.
De arrebato en arrebato me vuelvo sincero, y creo que es el miedo el que nos hace cerrar las puertas, devolver los pasos, tapar los oídos, trancar, asegurar, encriptar los códigos.
Cometo errores para vencer mi soledad, me gustan los llantos silenciosos, aquellas lágrimas ocultas que nunca brotan de mi seco lagrimal. Soy un ser oscuro que sonríe a las sombras de Garrick. Tú, en cambio, eres mi igual; mi dualidad personal, aquel eterófono que me enseñaste a sonar sin tocar, con las manos de tu imaginación.
Sé que te necesito pero huyo volando rapaz por tus cielos. Tú tendrás que hacer un nuevo curso de cetrería, porque cuando me enseñes tu arte para cazar, no querré sacarte los ojos.
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